jueves, 24 de noviembre de 2011

En Pilar, la copa no se derrama

El 54% de votos obtenido por Cristina Fernández de Kirchner como candidata a Presidente, y el 60% de votos de Humberto Zúccaro como candidato intendente, son resultados que merecen un reconocimiento generoso.
Ahora bien, ese inmenso capital político, representado por porcentajes tan contundentes, achica —como entendieron los candidatos reelectos— el margen de maniobra que la sociedad le concede a todo gobernante triunfador. A mayor apoyo, mayor responsabilidad, sería mi adaptación libre del “teorema de Baglini”.

Caminos bifurcados
Cristina Fernández se muestra decidida a ir por más, a “profundizar el modelo”: su anuncio de la quita de subsidios, o el distanciamiento con Hugo Moyano, van en ese sentido. Para el gobierno nacional, al margen de la puja por los aumentos de salarios, el 2012 es prácticamente un camino pavimentado.
En nuestro Distrito, en cambio, el rumbo que Humberto Zúccaro le imprimirá desde el 9 de diciembre a su tercer mandato, es a hoy una gran incógnita. La lista de temas de su agenda está encabezada por la incertidumbre en torno a la recaudación tributaria del año próximo. Si aquella se contrae, como muchos suponemos, el “Plan 2020” y hasta el mismo presupuesto de gastos de 2012, se transformarán en letra muerta. Así, objetivos tales como el nuevo hospital central, o el centro de trasbordos de la vieja estación de trenes, deberán seguir esperando.
Tampoco le será posible alcanzar otros objetivos más básicos, como el de aumentar el magro porcentaje de vecinos que actualmente cuentan con servicio público de cloacas, a un porcentaje menos escandaloso (de los 300 mil pilarenses, sólo tienen cloacas unos 60 mil, es decir, apenas 2 de cada 10). En el conurbano bonaerense, más de la mitad de los hogares poseen desagües cloacales, mientras que en nuestro municipio, cuna del federalismo y de la vida country, permanece en un vergonzoso 20%.

El Cielo (y las obras) puede esperar
Desde el gobierno nacional se asegura que el dinero que “ahorren” en subsidios, irá a parar a obras de infraestructura en los municipios. ¿Sucederá? La verdad es que —aunque se cumpla con esa promesa— el monto que podría recibir Pilar será insuficiente. Y con administraciones en la provincia y en la nación que ya están comenzando a cerrar el grifo de los fondos coparticipables que recibirá Pilar en el año próximo, no es razonable esperar mucho dinero para obras de infraestructura.
También el intendente Zúccaro anunció que las tasas domiciliarias sufrirán un aumento de entre el 15 y el 30%. Argumentó que nunca antes desde 2003 habían sufrido variación alguna. Puede ser cierto, pero en el gobierno local continúan pescando en una pecera: le aumentan a quienes pagan, no le cobran a quienes nunca pagaron, y tampoco cumplen con su obligación de universalizar servicios tan básicos como el agua potable y las cloacas.

Defensoría S.A.
Esta semana un periodista denunció que hay grupos económicos que presionan al intendente Zúccaro para que mantenga en su puesto al actual Defensor del Pueblo, el ex pattista Orlando Bargaglio. El Defensor es una persona respetada y laboriosa, pero algunos interpretan que su permanencia como Ombudsman de Pilar le garantizaría a la concesionaria Sudamericana de Aguas la continuidad de un negocio tan rentable como eterno (escuchá el audio aquí:  Sebastián Seco, "Una Mañana X") 

¿Por qué la sociedad acepta mansamente esta situación de sometimiento? ¿No deberían ser nuestros gobernantes quienes den muestras de trabajar para lograr una sociedad más transparente, y con menos inequidad? Claro que sí, pero, en el fondo, quizás sobrevuele entre nosotros los gobernados cierta sensación de culpabilidad, el síndrome de la mujer golpeada, la idea de que al no involucrarnos, al no interesarnos ni participar en lo público, le estamos dejando el camino despejado a quienes se aprovechan del Estado, y en consecuencia, el resto de los mortales no merecemos algo mejor.
Está en manos del jefe comunal ponerse al frente de la lucha por una sociedad en la que la copa comience a derramar hacia todos, o sucumbir definitivamente a las presiones sin límite de los poderosos.

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