domingo, 15 de octubre de 2006

Salud Enferma

(EL DIARIO REGIONAL, 15/10/2006) El domingo pasado me referí a la grave crisis que afecta al sistema de salud pública de Pilar. La columna provocó la reacción de muchos funcionarios municipales, que molestos por mis opiniones, sólo alcanzaron a criticarme, sin deslizar ni una coma sobre la manera en la que piensan resolver los hechos denunciados.

Para poner en términos concretos la decadencia en la que se sumerge la salud pública, debemos saber que en el hospital Meisner de Presidente Derqui —materno-infantil— no hay anestesista infantil, por lo que todas las cirugías pediátricas están suspendidas; que en las guardias, es frecuente que los médicos deban atender hasta 160 pacientes en 24 horas, cuando lo normal en cualquier lugar del mundo no supera las 100 personas; que esta gestión dejó de lado la Ordenanza que estableció la denominada "Carrera Profesional Sanitaria Municipal", y con ella, terminó con la dignidad de los trabajadores de la salud, que en su inmensa mayoría cobran hoy prácticamente lo mismo que hace una década. Y todo ello en el gobierno del "Intendente Dr. Humberto Zúccaro", que como bien hace indicar hasta en las señales de tránsito, es "doctor".

Ayer
A pocos meses de haber asumido, el intendente mandó al Hospital Sanguinetti –a través de su Secretario de Acción Política- a una patota de noquis municipales; tenían la misión de terminar con un reclamo pacífico que efectuaba una veintena de trabajadores despedidos; como precursores de la patota que provocó los incidentes de la semana pasada en el hospital Francés, éstos patovicas locales amenazaron de muerte a varios de los periodistas presentes, y agredieron a quienes sólo querían presentar su queja ante Hugo Trabadelo, por entonces director del hospital central. Trabadelo, que hoy se desempeña como subsecretario de gobierno, cambió de cargo un año después de que se encontraran tres fetos en una cámara séptica del Sanguinetti; sin embargo, conserva las mismas funciones que antes: mantener el horizonte despejado de críticas hacia su jefe político, el intendente Zúccaro (quizás por eso, fue el "privilegiado" al que mandaron esta semana a responder a mi columna sobre la crisis sanitaria).

Hoy
Aunque los trabajadores de la salud esperan que el intendente reconsidere su negativa a recibirlos y dialogar, me permito dudar de las intenciones del jefe comunal: él cree que podrá "patear" hacia delante la pelota, prometiendo una mejora salarial recién para el próximo año. Claro que para convencer a los quejosos, ahora ya no manda a la patota como en 2004: hoy confía en su capacidad de negociación, y en colaboradores como el secretario de los trabajadores municipales Oscar Campofreda, quien en vez de apoyar a los médicos en sus justos reclamos, salió a decir que "no hay posibilidad presupuestaria de dar ningún aumento", asemejándose así más a un jefe de personal que a un representante sindical.

Más allá de todo lo que diga en público, Zúccaro sabe que con los sucesivos aumentos que sufrió el presupuesto municipal en los últimos años, los médicos y enfermeras de la comuna podrían haber recibido este mismo año un aumento del orden del 30 por ciento, similar al que recibieron la mayoría de los trabajadores del sector privado. No lo hace porque el 2007 es un año político, y porque a poco de terminar su mandato, necesita volcar todos los dineros públicos a realizar obras que puedan ser fotografiadas; en última instancia, pensará, ninguna foto se le puede sacar a un médico que ganado 750 pesos, pase a ganar mil. Por ello, cree que el dinero que gasta en las fiestas patronales, lo beneficia más que el que debería gastar en el sistema sanitario.

Zúccaro cree que la salud puede esperar, y que el 2007 no está tan lejos. Quizás no lo esté para él, que como reconoció, "vive de la política", pero sin duda lo está para los médicos y enfermeras que desde hace años, y por el mismo sueldo, dejan sus vidas para hacer realidad la promesa electoral de "curar a Pilar".

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