martes, 12 de diciembre de 2006

Pálpito Oficial

(EL DIARIO REGIONAL, 12/12/2006) Al cumplirse hoy tres años de la asunción como Intendente de Humberto Zúccaro, es poco lo que hay para festejar. Sobre todo en lo referido a las preocupaciones más graves de la sociedad, como la inseguridad, la salud o el transporte.

Sobre la primera de ellas, la inseguridad, el alcalde confesó hace unos días tener el “pálpito” de que iba a aumentar. Su afirmación responde a una estrategia que de tan conocida no debería asombrarnos, o al menos, no debería hacerlo al punto de merecer la tapa de los diarios: consiste en anunciar siempre lo peor; si finalmente sucede el mal anunciado, el pájaro de mal agüero se llevará la gloria de haberlo predicho; y si nada ocurre, todos estarán tan aliviados que a nadie se le ocurrirá enrostrarle al visionario lo desacertado de su pronóstico.

Así las cosas, ¿qué deberíamos hacer nosotros como eventuales víctimas de la premonición gubernamental?; primero —y esta es una regla de oro— desconfiar de su verosimilitud; ¿porqué el intendente dijo lo que dijo? ¿en qué información se basó para llegar a tan temeraria afirmación? ¿porqué unos días después de su anuncio se preocupó en aclarar que la seguridad del distrito "depende de la policía de la Provincia de Buenos Aires”?.
Segundo, debemos exigir que los funcionarios públicos sean responsables y conozcan los problemas sobre los que toman decisiones.
Parecería que como de costumbre —y principalmente en materia de seguridad— Zúccaro habla sin saber lo que dice; y es una pena, porque entre sus colaboradores hay quienes del tema saben, y podrían ayudarlo a entenderlo.

Que hay inseguridad no es novedoso; no hace falta tener ninguna bola de cristal para ver lo que cualquier pilarense “de a pie” (y los que sólo ven a Pilar desde la autopista) vive en carne propia; nos despedimos cada mañana de nuestro seres queridos con la duda de no saber si la violencia cotidiana permitirá que nos volvamos a encontrar sanos y salvos por la noche.

Los expertos que en el mundo trabajan sobre la cuestión de la criminalidad reconocen desde hace décadas la relación que existe entre las condiciones socio-económicas y el crimen. También se sabe que la tasa de criminalidad disminuye de la mano con la inequidad; dos cuestiones son fundamentales determinantes de la criminalidad: la existencia de condiciones disuasivas y las penas que se establecen para quienes violan la ley. Es decir que quien analiza cometer un delito -aunque no lo pueda "racionalizar" con claridad- piensa tanto en el riesgo de ser capturado como en la penalización que le correspondería en caso de ser aprehendido. Sobre éste último aspecto, no es mucho lo que se puede hacer desde un gobierno municipal, puesto que las leyes penales no se elaboran desde el Concejo Deliberante (por fortuna). Pero sobre la cuestión de las condiciones que disuaden el delito, el municipio tiene todo por hacer: desmalezar, iluminar, hacer que funcione con eficacia el servicio de trasporte público de colectivos, el de recolección de residuos, de salud, y así siguiendo. En síntesis, gobernar con equidad.

Lamentablemente, el intendente se muestra "preocupado" por la inseguridad, pero no “ocupado". Parecería que las más de las veces se lo encuentra trabajando para que el camino de la delincuencia esté libre de obstáculos; como con la situación que generó a partir de la creación del denominado "corredor nocturno", que hoy por hoy es un desierto de día, y un descontrol de noche. La ausencia del Estado logró que en las calles de Villa Delia, el barrio pilarense más afectado por la movida nocturna, los robos sean cosa de todos los días; a la tragedia de no poder descansar de noche por los ruidos molestos, se agrega ahora la inseguridad de no poder alejarse de sus hogares durante el día por miedo a volver y encontrarlos saqueados.

A tres años de gobierno, y a uno de finalizar su mandato, el intendente Zúccaro consolida un estilo de gestión: tantos anuncios y promesas como sean posibles, tan poca gestión como sea necesaria; sólo la suficiente para poder contrarrestar los reclamos de los vecinos.
Es una pena: mientras el tren del progreso con equidad para nuestro distrito nos está pasando por delante de los ojos, el intendente se empecina y nos propone viajar en el carro desvencijado de la vieja política. Una pena.

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